Por qué restaurar
El mundo enfrenta graves crisis ambientales interconectadas – cambio climático, pérdida de biodiversidad, desertificación, escasez hídrica, entre otras– que afectan la calidad de vida y las actividades económicas. La restauración ecológica es hoy una de las estrategias clave para hacerles frente.
La restauración ecológica se entiende como el proceso y la práctica de ayudar a la recuperación de un ecosistema que ha sido degradado, dañado o destruido. Un ecosistema puede considerarse restaurado cuando ha recuperado su resiliencia, es decir, su capacidad de desarrollarse. Difícilmente, un ecosistema vuelve a su estado original y, por eso, la restauración no debe justificar o compensar la deforestación y la conversión de la vegetación nativa, ella debe ser una estrategia complementaria a los esfuerzos de preservación de la biodiversidad. Existen varias metodologías de restauración que se pueden utilizar, con o sin fines económicos, como la regeneración natural, la siembra directa, el plantío de plántulas, los sistemas agroforestales (SAF) y la integración de cultivos, ganado y bosques (iLPF). La elección de la metodología debe tener en cuenta las características ambientales, sociales, económicas y culturales específicas del área de intervención, así como los objetivos que se pretende alcanzar.
La restauración ecológica tiene varios beneficios, como la seguridad hídrica, la protección de la biodiversidad, el secuestro de gases de efecto invernadero y el aumento de la productividad agrícola -por ejemplo, mediante la mejora de la calidad del suelo, el control natural de plagas y la polinización-, con gran importancia social, ambiental y económica. Además de la dependencia del sector productivo de condiciones ambientales favorables, la restauración genera impactos directos en el empleo y los ingresos, involucrando una cadena productiva y de servicios propia, incluyendo la extracción sostenible de productos maderables y no maderables, la recolección de semillas, la producción de plántulas y viveros, la implementación y monitoreo de la siembra y la provisión de asistencia técnica. Así, alternativamente a la extracción de recursos forestales de modo no sostenible, que conducen a la degradación de los ecosistemas, es posible contar con estrategias que protejan y restauren el medio ambiente, brindando también beneficios socioeconómicos. Es el caso de los SAF, que combinan cultivos agrícolas con árboles, plantas e incluso animales, generando diversificación y aumento productivo, así como la silvicultura de especies nativas, que pueden generar atractivos retornos financieros.
En este contexto, la restauración ecológica se ha vuelto cada vez más presente en las agendas de desarrollo, considerándose una parte importante de las estrategias de crecimiento económico combinado con la inclusión social y la protección del medio ambiente. En los últimos años, se han establecido compromisos nacionales e internacionales. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha oficializado el Decenio para la Restauración de los Ecosistemas (2021-30) como estrategia para convocar, inspirar y apoyar acciones de restauración en todo el mundo. En el Acuerdo de París (2015), Brasil estableció la meta de restauración de 12 millones de hectáreas para 2030.
Para que la restauración gane la escala necesaria, es imperativo: el apoyo de la ciencia, la tecnología y la innovación en la producción de conocimiento para guiar la toma de decisiones y el desarrollo de nuevas soluciones de costo efectivas; haber esfuerzos integrados entre las autoridades públicas, la iniciativa privada y la sociedad civil para fomentar, desarrollar, involucrar e implementar acciones y políticas públicas; y la creación de mecanismos e incentivos financieros que valoren los beneficios, reduzcan los costos y riesgos de implementación y recompensen la adopción de buenas prácticas.
Brasil tiene grandes desafíos en este tema, con decenas de millones de hectáreas degradadas que pueden ser restauradas -considerando solo el pasivo ambiental de las Áreas de Preservación Permanente (APP) y la Reserva Legal (RL), se estiman alrededor de 19,4 millones de hectáreas-. A la vez, tiene un fuerte potencial para liderar la agenda de restauración y aprovechar las oportunidades de una economía forestal robusta, contando con un conjunto de políticas públicas en esta dirección, tales como: la Ley de Protección de la Vegetación Nativa (LPVN), que establece normas sobre la protección de la vegetación nativa; el Plan Nacional de Recuperación de la Vegetación Nativa (Planaveg), que cuenta con estrategias para fortalecer y ampliar la restauración de la vegetación nativa; y el Plan Sectorial de Mitigación y Adaptación al Cambio Climático para la Consolidación de una Economía Baja en Carbono en la Agricultura (Plan ABC), que estimula la adopción de tecnologías bajas en carbono en la agricultura.
*Leonardo Leitão es economista y asistente de restauración en el Land Innovation Fund.