Asociación Fomenta la Regularización Ambiental y las Buenas Prácticas Agrícolas en Favor de la Sostenibilidad
La Directora de Medio Ambiente y Riego de la Asociación de Agricultores y Regantes del Oeste de Bahía (AIBA), Alessandra Chaves, cuenta cómo la institución ha hecho un compromiso con el desarrollo sostenible
Hace ocho años que se ocupa del directorio de Medio Ambiente e Irrigación de la Asociación de Agricultores y Regantes del Oeste de Bahía (AIBA), Alessandra Chaves, bióloga con maestría y doctorado en botánica y postdoctorado en implementación del Código Forestal Brasileño y Disponibilidad Hídrica, coordina proyectos y acciones de sostenibilidad en un área de innegable y creciente vocación agrícola en Brasil: ubicada en el bioma del Cerrado, la región Oeste del estado de Bahía ocupa 3,1 millones de hectáreas de área total, de las cuales 2,6 millones se dedican a cultivos de frutas, fibras y granos. Solo de soja, son más de 6,8 millones de toneladas al año, con un récord de 67 sacos por hectárea en 2021, según datos del Consejo Técnico de AIBA y el rally de soja. "Al crear un departamento propio para ocuparse de problemas ambientales, AIBA ha tomado la sostenibilidad para sí", dice Alessandra Chaves. E hizo de la participación de los productores en el uso de buenas prácticas agrícolas y de orientaciones para la implementación del Código Forestal, del Registro Ambiental Rural (CAR) y todo el marco legal, agendas prioritarias para la asociación. Con AIBA, el Land Innovation Fund apoya la implementación de una iniciativa de comunicación para fortalecer las prácticas agrícolas sostenibles en la región, aportando importantes herramientas de innovación, gestión de la información y monitoreo ambiental, en asociación con la Fundación Solidaridad y Senai Cimatec.
"En AIBA, no solo tratamos el Código Forestal. Tratamos la regularidad ambiental del emprendimiento rural como un todo", explica Alessandra. La Asociación ofrece soporte técnico y legal, monitorea el estado de suscripción y actualización en el Registro Estatal Forestal de Inmuebles Rurales (CEFIR) y en el Registro Ambiental Rural (CAR), y fomenta la adhesión al Programa de Regularización Ambiental (PRA) en propiedades con pasivos ambientales, además de guiar y movilizar a los productores rurales en brigadas de extinción de incendios forestales. Desde la creación de la Dirección de Medio Ambiente y del Centro de Apoyo a la Regularización Ambiental, AIBA ha brindado más de 1.400 consultas y ha fomentado la adhesión al CAR en un área de 8 millones de hectáreas en el Oeste de Bahía, convirtiéndose en la región con la mayor adhesión a los registros rurales en la Provincia. La institución notifica a los propietarios rurales de cualquier publicación de los Diarios Oficiales (Federales, Estatales y Municipales) y mantiene a los asociados al tanto de cualquier actualización de las normas ambientales. El objetivo, explica Alessandra, es trabajar en asociación con el productor, evitando perjuicios económicos y ambientales. "Siempre digo eso: trabajamos sobre el principio de precaución”, añade.
Además de apoyar la regularización de las propiedades a la legislación ambiental, AIBA también fomenta la implementación de prácticas agrícolas responsables en favor del desarrollo sostenible. "Hoy tenemos algunas prácticas que se difunden: más del 90% de los productores de la región utilizan la siembra directa", dice Alessandra. El uso de insumos biológicos para el tratamiento de suelos ha crecido en la región, con biofábricas en funcionamiento, incluso en algunos emprendimientos rurales y empresas que operan en gran escala para el control de nematodos. "Tal vez también necesitemos estimular más la rotación de cultivos, cuando sea posible, fundamental para pensar en la condición del suelo", agrega. Algunas propiedades utilizan pequeñas cuencas excavadas en el suelo, conocidas como “barraginhas”, para la recolección de agua de lluvia y la recarga del nivel freático, la implementación de curvas de nivel y terrazas, cuando la topología es favorable al uso de técnicas. Las prácticas agrícolas responsables estimulan el retorno de la biodiversidad, la disminución de la temperatura y el aumento de la recarga hídrica, mejorando la calidad del suelo y, en consecuencia, reduciendo la presión para la apertura de nuevas áreas de siembra.
Crédito de la foto: AIBA archivo
Para Alessandra Chaves, es importante fomentar cada vez más políticas públicas y privadas integradas capaces de estimular alternativas de producción en favor de la sostenibilidad. La demanda del mercado, la escala de producción y el aumento de la población han sido la guía para la producción y la productividad en diferentes regiones. La promoción de prácticas de conservación del suelo y el agua, como la siembra directa, el cultivo mínimo y la rotación de cultivos, son fundamentales para la sostenibilidad, y generar escala en la adopción de estas técnicas es fundamental. Ella sostiene que mejores condiciones financieras y bonificaciones a través de programas de mejorías continuas pueden estimular la adopción de estas prácticas que, alternativamente, aumenten la productividad, la infiltración del agua en el suelo, la recarga en el acuífero, entre otros importantes beneficios para la región.
El uso eficiente del agua es otro tema importante para la región. AIBA hace el seguimiento desde la legislación y los actos autorizadores como las subvenciones que regulan y autorizan el uso del insumo en las propiedades hacia innovaciones tecnológicas disponibles para mejorar el uso responsable del agua. "Nadie tiene interés en usar más agua de la necesaria", dice Alessandra. De los 2,6 millones de hectáreas plantadas en la región, sólo 200 mil hectáreas son de regadío, lo que representa el 8% de las áreas del Cerrado y el 2% de la región oeste de Bahía. "Cada vez se utiliza menos agua en la agricultura de regadío, ya que, a lo largo del tiempo, la tecnología ha traído eficiencia al sistema productivo", añade. Actualmente, AIBA cuenta con un Programa de Agricultura de Regadío para pequeños productores rurales, desarrollado en asociación con Cargill, en la fase inicial de implementación; y el Plan de Manejo de la Cuenca de Río de Janeiro, ya concluido, que planteó el tema de la planificación territorial y el uso del agua y del suelo más allá de las propiedades rurales, llegando también a los territorios adyacentes y las comunidades locales en un área de 352.000 hectáreas en los municipios de Barreiras y Luiz Eduardo Magalhães. La asociación también mantiene alianzas institucionales con centros académicos, como la Universidad Federal de Viçosa (UFV) y la Universidad del Estado de Bahía (UNEB), para realizar importantes estudios sobre la disponibilidad hídrica (superficial y subterránea), el uso del suelo y carbono.
Crédito de la foto: AIBA archivo
Investigación e innovación al servicio de la agricultura
Bajo el estímulo de un programa del gobierno federal para invertir en agricultura a gran escala, la soja llegó al oeste de Bahía en la década de 1980, traída por migrantes del sur de Brasil. Gauchos de Santa Catarina y Paraná trajeron en su equipaje variedades de cultivares de soja no adaptados a la región oeste de Bahía, donde los suelos ácidos del Cerrado, pobres en calcio, potasio, fósforo, nitrógeno, magnesio y micronutrientes, no contribuyeron al aumento de la productividad y el rendimiento de semillas no superaba los 15-20 sacos por hectárea, según datos de AIBA. Inversiones combinadas en ciencia y tecnología, principalmente a través de estudios de Embrapa, permitieron el desarrollo de semillas adaptadas a las condiciones climáticas de la región y el mejoramiento del suelo.
Para Alessandra Chaves, las adversas condiciones climáticas y de suelo hicieron que el productor local buscara continuamente el conocimiento científico y la innovación tecnológica para hacer viable la siembra, y el aumento de la productividad en la región. "Terminamos haciendo una gran articulación, con varias instituciones, una gran red de comunicación, en realidad", dice Alessandra. Los proyectos y programas acercaron al productor rural al sector privado, al ecosistema de startups y a la investigación de vanguardia desarrollada en instituciones educativas y de extensión. "No es solo la visión del productor rural de buscar lo que era más eficiente en diferentes partes del mundo. Si no hubiera la investigación paralela, trabajando en conjunto con el productor rural, realmente, no habríamos podido elevar la región a las altas tasas de productividad observadas -producción promedio de 67 sacos por hectárea, cuando se trata de soja- siendo hoy un ejemplo para otras regiones del mundo", agrega Alessandra. El resultado es visible en el campo, con el desarrollo de una agricultura altamente técnica, eficiente y atenta a las técnicas de mejoramiento genético, la adopción de buenas prácticas agrícolas y el desarrollo sostenible.