La Soja en Brasil

La semilla que cambió el mapa agrícola del país también puede ser un motor de transformación socioambiental

De un país importador de alimentos esenciales a la mesa brasileña, como frijoles, leche y carne, en la década de 1970, a una de las mayores potencias agrícolas del mundo: en 50 años, el agronegocio se ha convertido en el motor de la economía brasileña, responsable por el 26,6% del PIB (Producto Interno Bruto) del país en 2020. Y la soja se convirtió en la protagonista de esta historia: el principal commodity brasileño, la producción del grano creció 738,6% en los últimos 40 años, según datos de Conab. Desde el cultivo restringido al clima templado hasta la producción a gran escala en todas las latitudes del país, la tropicalización de la soja ha convertido a Brasil en el líder mundial en la producción y exportación del commodity, y el bioma cerrado en el mayor granero del país. Conciliar la creciente presión por la productividad en el campo con el compromiso global de preservación del medio ambiente y el desarrollo sostenible es el desafío del siglo XXI y parte de los esfuerzos del Land Innovation Fund, un fondo para fomentar la innovación en favor de la soja sostenible, libre de deforestación y la conversión de la vegetación nativa en tres biomas prioritarios en América del Sur: Cerrado, Gran Chaco y Amazonía.

Datos de Conab muestran que, en los últimos 40 años, el aumento en la escala de la producción de soja ha venido acompañado de un crecimiento del 322% del área sembrada dedicada al cultivo en el país. Y no hay señales de desaceleración: se estima que la producción de soja alcanzará los 156,5 millones de toneladas en 2029/2030, un aumento del 30% en una década (Embrapa; MAPA). La alta productividad va acompañada de la expansión del área sembrada: actualmente, el cultivo de soja ocupa 36,9 millones de hectáreas en el país, y debería alcanzar los 46,6 millones de hectáreas en 2029/2030, un aumento del 26,4% en diez años (Embrapa; MAPA).

Si la semilla trajo beneficios económicos innegables al país, también trajo al centro del debate la necesidad de combinar prácticas agrícolas responsables con medidas de preservación ambiental. El informe más reciente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), órgano de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), muestra que la influencia humana es responsable por cambios climáticos irreversibles y sin precedentes para el planeta. Todas las partes del globo ya se han visto afectadas por eventos extremos como olas de calor, inundaciones y sequías. En Brasil, los efectos ya se sienten en todo el país, en especial en la Amazonía y en el Cerrado, bioma que concentra seis de los siete proyectos iniciales implementados con el apoyo del Land Innovation Fund: Emprendedorismo y programas de mentores (AgTech Garage); Políticas Públicas Innovadoras (Agroicon); Laboratorio de Soluciones Innovadoras (Senai Cimatec); Sistema de Monitoreo y uso de la Tierra (Senai Cimatec), Balance de Carbono (Solidaridad) y Participación de Productores Rurales (AIBA) (con enlaces a páginas de los proyectos).

Según el estudio, el Cerrado debería sufrir períodos más largos de sequía y aumento de la temperatura capaz de comprometer el desempeño del agronegocio. "Brasil tendrá que pensar dos veces si su economía puede depender de actividades como la ganadería y la siembra de soja. Y gran parte de la región noreste puede volverse árida, lo que obligaría al desplazamiento de millones de personas. ¿Cómo pretende el gobierno hacer frente a este problema?", advierte Paulo Artaxo, uno de los redactores del IPCC y miembro de la Academia Brasileña de Ciencias (ABC), en una entrevista al diario O Globo.

El agronegocio ocupa el doble papel de causa y efecto de los cambios climáticos: prácticas agrícolas capaces de abastecer la creciente demanda de alimentos en el mundo también pueden afectar el equilibrio ambiental y poner en riesgo el futuro del planeta, incluso comprometiendo la capacidad productiva del campo. Combinar acciones de conservación, restauración y producción responsable que garanticen el mantenimiento de la biodiversidad y de los cuerpos hídricos se hace esencial para la preservación del medio ambiente y del agronegocio sostenible.

Por eso, el Land Innovation Fund tiene la intención de trabajar con socios estratégicos en Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay por medio de financiación, de asistencia técnica y de la creación de alianzas, que garanticen que la soja utilizada en la región se produzca de forma responsable. El Fondo apoya innovaciones que generan el aumento de productividad por medio de prácticas sostenibles, mecanismos y enfoques que alientan a los productores a conservar y restaurar los bosques y vegetaciones nativas y acciones capaces de movilizar redes y recursos para transformar la cadena productiva de soja. Después de todo, la semilla que cambió el mapa agrícola de Brasil puede convertirse en un activo importante en la transformación por cadenas productivas más sostenibles, libres de deforestación y conversión de vegetación nativa.Conozca los startups:

Historia del grano:

Centenaria, la soja llegó a Brasil en 1882, pero permaneció olvidada por unos 70 años. Hasta 1950, el grano se utilizó a pequeña escala, como forraje para vacunos o como alimento para cerdos, en pequeñas propiedades en el interior de Rio Grande del Sur.La soja comenzó a registrar un crecimiento significativo y continuo en la década de 1960, saltandode 206 mil toneladas en 1960 a más de 1 millón de toneladas en 1969. Pero fue en la década siguiente que el cultivo se consolidó en el país,aún restringido a las provincias de la región sur del país, registrando aumento de la superficie cultivada e incremento de la productividad, saltando de 1.300.000ha en 1970a 8.800.000haen 1979, y de 1.140kg/ha a 1.730/kg, respectivamente, según datos de Embrapa disponibles en el estudio La saga de la soja, de los investigadoresGazzoni, D.L yDall'agnol, A.

A finales de la década de 1970, más del 80% de la soja cultivada en el país provenía de los estados del sur. Fue en la década de 1980 que el cultivo de semillas oleaginosas comenzó a extenderse por el Cerrado. En los años de 1980, la región central de Brasil representaba el 2% de la producción nacional de soja. En la década siguiente, este porcentaje alcanzaba el 40%. Y, en 2007, el 60%. Inversiones en tecnología e investigación permitieron optimizar la disponibilidad de recursos naturales y utilizarlos en favor de la producción incluso en áreas antes consideradas inadecuadas para el cultivo, como el Cerrado. La Biotecnología, la mecanización y el perfeccionamiento de las técnicas agrícolas y el perfeccionamiento profesional hicieron que una semilla adaptada al clima templado alcanzara altas tasas de productividad desde Rio Grande del Sur hasta Roraima.

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