Calculadora de carbono para soja en el Oeste Baiano

La asociación entre Solidaridad y Land Innovation Fund, con el apoyo de la Asociación de Agricultores y Regantes de Bahía (AIBA), hará un retrato del balance de carbono en la producción de soja en la región.

Contribuir a la mejora continua del balance de carbono en una de las regiones con mayor productividad agrícola del país, el Oeste de Bahía: este es el objetivo del proyecto en ejecución por la Fundación Solidaridad, con financiación del Land Innovation Fund y el apoyo de la Asociación de Agricultores y Regantes de Bahía (AIBA). La iniciativa resultará en una calculadora de carbono, que integrará el Sistema de Inteligencia Territorial y Monitoreo Ambiental (SIMA), una plataforma de monitoreo en desarrollo por Senai Cimatec, y forma parte de una serie de inversiones del Land Innovation Fund en favor de soluciones integradas de innovación para una cadena de suministro de soja sostenible en la región.

En coordinación con AIBA, Solidaridad creó el Grupo de Trabajo Técnico para desarrollar escenarios y validar metodologías de carbono para la cadena de producción de soja en el Oeste de Bahía. La calculadora fue adaptada a la realidad de la región en asociación con el Instituto de Manejo y Certificación Forestal y Agrícola (IMAFLORA), basándose en el Programa Brasileño GHG Protocol, una iniciativa del Centro de Estudios de Sostenibilidad de la Fundación Getúlio Vargas para el registro y publicación de inventarios de emisiones de gases de efecto invernadero. Veinte agricultores, que representan alrededor de 61.000 hectáreas de soja en cinco municipios en el Oeste de Bahía –São Desidério, Luis Eduardo Magalhães, Barreiras, Formosa do Rio Preto, Correntina–, brindaron informaciones sobre sistemas de gestión, productividad y operaciones agrícolas para definir la línea de base, ajustar la calculadora y determinar el balance de carbono de cada granja involucrada en el proyecto.

"La calculadora nos permitirá hacer un retrato del balance de carbono en la producción de soja en la región. Con el sistema, los propietarios son informados si el balance de carbono en la granja es positivo o negativo, ayudando en la gestión de la propiedad y en la toma de decisiones sobre las mejores prácticas agrícolas", dice la coordinadora del proyecto de Solidaridad, Juliana Monti. El balance negativo de carbono, cuando la emisión es menor que el secuestro, es ventajoso tanto para los agricultores como para mantener los recursos naturales y el equilibrio climático. "Con la adopción de prácticas agrícolas que permiten un mayor secuestro de carbono, se aumenta la porosidad del suelo y la posibilidad de almacenamiento de agua; por lo tanto, los cultivos se vuelven más resistentes a la sequía y ofrecen más beneficios directos al productor", agrega Juliana.

Datos de la ONU muestran que el 31% de las emisiones mundiales de GEI –equivalente a 16.500 millones de toneladas–, provienen de los sistemas agroalimentarios, un aumento del 17% en comparación con 1990, un porcentaje que acompaña el crecimiento de la población mundial y la consiguiente demanda de más alimentos. El principal commodity agrícola del mundo, la soja, ocupa más de 122 millones de hectáreas de área plantada en todo el mundo (USDA) y Brasil ocupa el liderazgo en la producción y exportación del grano, con 124,8 millones de toneladas producidas en 2020. Y no hay señales de desaceleración: se estima que la producción de soja alcanzará los 156,5 millones de toneladas en 2029/2030 en el país, un aumento del 30% en una década (Embrapa; MAPA). La frontera agrícola entre las provincias de Maranhão, Tocantins, Piauí y Bahía (Matopiba) registró un aumento del 20% en área cultivada en el período 2019/2020, con un incremento del 46% en la producción en el mismo período. "Desarrollar acciones, proyectos e iniciativas favorables a la agricultura baja en carbono contribuye directamente a la calidad del suelo y la mitigación del cambio climático, y aun puede hacer del carbono un beneficio financiero adicional para los productores rurales", dice Carlos E. Quintela, director del Land Innovation Fund.

En la agricultura, las prácticas de conservación, como la recuperación de pastos degradados, la fijación biológica de nitrógeno y el manejo adecuado del suelo, entre otras técnicas, ayudan en la captura de carbono y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, principal objetivo del Acuerdo de París. "Con la calculadora, podemos medir los resultados y tomar decisiones para mejorar el secuestro de carbono, entendiendo que un balance negativo trae beneficios económicos y ambientales al propietario rural", dice Alan Brock, uno de los granjeros de la región que participa en el proyecto en desarrollo por Solidaridad. "Técnicas como la siembra directa y la rotación de cultivos ya forman parte de la rutina de varias propiedades rurales en el Oeste de Bahía. Ambas prácticas favorecen el aumento de la materia orgánica presente en el suelo y el secuestro de carbono, contribuyendo a la mejora de la microbiota y la liberación de nutrientes para el cultivo, combinando sostenibilidad con productividad", explica Camila Santos, especialista en carbono de Solidaridad.

"Técnicas como la siembra directa y la rotación de cultivos ya forman parte de la rutina de varias propiedades rurales en el Oeste de Bahía. Ambas prácticas favorecen el aumento de la materia orgánica presente en el suelo y el secuestro de carbono, contribuyendo a la mejora de la microbiota y la liberación de nutrientes para el cultivo, combinando sostenibilidad con productividad", explica Camila Santos, especialista en carbono de Solidaridad.

El carbono y la agenda climática internacional:

Principal sumidero de carbono del planeta, solo superado por los océanos, el suelo tiene más carbono almacenado que la atmósfera o la vegetación. La meta global es aumentar en el 0,4% el stock de carbono en los suelos de los países signatarios del Acuerdo de París. Brasil se ha comprometido a reducir la producción de gases de efecto invernadero en un 50% para 2030 y a reducir a cero las emisiones netas para 2050, además de frenar la deforestación y reforestar o restaurar hasta 12 millones de hectáreas en todo el país. Las inversiones en tecnología, productos o servicios que contribuyan a la expansión de los sistemas agrícolas sostenibles son esenciales para reducir la emisión de CO2 y otros gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera.

"La calculadora de carbono trae beneficios directos e indirectos, tanto para la granja como para el medio ambiente, además de acercar el productor rural del Oeste de Bahía a la demanda internacional favorable a la política de carbono neutro", dice Carlos E. Quintela, director del Land Innovation Fund. "Entendemos que los propietarios rurales son los protagonistas de una transformación en el campo y solo con su compromiso y participación directa lograremos resultados concretos en favor de la mitigación del cambio climático y el desarrollo agrícola sostenible", concluye.

Sistema de Monitoreo y Uso de la Tierra:

La calculadora de carbono desarrollada por Solidaridad en asociación con Imaflora integrará la plataforma de gestión de datos e indicadores socioeconómicos y ambientales en desarrollo por Senai Cimatec, en colaboración con AIBA y con el apoyo del Land Innovation Fund. El Sistema de Inteligencia Territorial y Monitoreo Ambiental del Oeste de Bahía (SIMA) reunirá datos capaces de mejorar la gestión y eficiencia de la agricultura de bajo impacto en la región, con funcionalidades dedicadas a la gestión de los recursos hídricos, el uso de la tierra y buenas prácticas agrícolas. El sistema estará disponible para su uso aún en 2022.

Con el apoyo del Land Innovation Fund, AIBA, Fundación Solidaridad y Senai Cimatec trabajan de manera sistémica e integrada, en un proceso continuo a favor de iniciativas ambientalmente sostenibles y financieramente rentables, capaces de contribuir a fortalecer la región Oeste de Bahía como polo de referencia en acciones sostenibles en el agronegocio en general y, especialmente, en la cadena de producción de soja en el país.

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